Un muchacho de pelo castaño, contemplaba la vista desde la torre más alta del castillo Niebla, sus ojos grises miraban el movimiento de la gente en Forja del Héroe, su postura denotaba entrenamiento marcial y lo limpio y prolijo de sus ropajes denotaban su condición de Ser.
-Por fin vuelvo a casa… - pensó el muchacho desviando la mirada a las montañas
-¿Cuántos años estuve con Ser Brynden?, ¿seis, siete…? - una sonrisa se dibujo en su rostro mientras recordaba algunas de sus aventuras con él.
--------------------------------------------------------------
-Ser Brynden, ya es hora de levantarse – llamaba un muchacho, que parecía de unos 14 años, a su maestro.
-Kenth… dame un rato más… - contesto Brynden volviendo a hundir su rostro entre los pechos de la muchacha de turno.
-Vamos Maestro, tenemos que seguir viaje si queremos llegar a tiempo al castillo, lo están esperando – contesto el escudero preparando las ropas de su maestro y las armas mientras no podía evitar preguntarse cuantos Rivers habría dejado su maestro hasta ahora rondando por ahí.
-Hummm anda a buscarme algo de comer y después partimos – le contesto el caballero y el muchacho no pudo más que suspirar, eso quería decir que se irían recién después de un par de matinales…
-bueno… la hija del tabernero no debe estar muy ocupada a esta hora… - pensó mientras salía de la habitación.
--------------------------------------------------------------
-Kenneth, lo importante cuando caes en una emboscada de bandidos es estar atento no solo al rival que tienes enfrente, sino a los arqueros que suelen estar escondidos – Le decía Brynden mientras un forajido intentaba golpearlo torpemente con un hacha de leñador, lo que le dio la oportunidad al caballero para abrirle el vientre.
Mientras tanto Kenneth luchaba a lo mejor de sus habilidades contra otro bandido que iba a por su collar de oro, arrinconado el bandido lo desarmo
–¡¡Maestro!! – grito pero Brynden parecía ocupado con otros problemas, quizá esos arqueros.
La mirada de ese hombre perturbo al inexperto escudero, este fue por el collar, solo los 7 saben porque no tomo la vida del muchacho, quizá esperando secuestrarlo tras matar a su maestro, o tal vez solo quería el collar y huir… nadie lo sabrá nunca, Kenneth aprovecho ese momento para atravesarle el cuello con su cuchillo de caza.
El calor de la sangre no tardo en hacerse sentir en la mano del muchacho, y la mirada que antes lo perturbaba ahora lo hacía aún más… la muerte había sido instantánea, o casi, el hombre no había ni cerrado los ojos… y el peso… el peso muerto de ese cuerpo… se le vino encima, tumbándolo contra la carreta y tapándolo.
Para cuando salió de debajo del cuerpo la lucha ya había terminado, su maestro y sus hombres habían dado cuenta bastante rápido de los bandidos, ese día el escudero, el muchacho de 14 años, descubrió lo que era matar a alguien y lo que era la muerte.
-¿Estás bien Kenth? – le pegunto Ser Brynden cuando lo vio bañado en sangre.
-Sí… esta sangre no es mía – le contesto el muchacho.
-Muy bien, ¿tu primero no?, bueno… es mejor que lo vivas joven a que creas esas pavadas de los bardos hasta que seas grande – el escudero solo atino a asentir mientras intentaba descifrar las palabras de su maestro.
Uno de los hombres se acerco –Señor, encontramos algunos más, pero son en su mayoria mujeres y niños - Brynden lo miro y asintió – bueno, vamos a verlos, hay que llevarlos con el señor para que los juzgue.
No caminaron mucho hasta encontrarse con un escondrijo donde había un grupo no muy numeroso de prisioneros.
-¿Y bien?, ¿Qué tienen que decir por ustedes? – los increpo el caballero.
-Por favor, mi lord, perdónenos… solo somos campesinos hambrientos
-Eso no es excusa para el bandidaje, ¿es todo lo que tienen que decir? – los volvió a increpar Ser Brynden mientras la mujer se tiraba a sus pies a implorar perdón.
Mientras miraba eso el escudero se aparto, tenía mucho en la cabeza y lo último que quería oír era a una mujer viuda llorar por piedad, observo un poco más lejos algo que no concordaba y tomando su espada se acerco… era otro escondite… más pequeño, solo había un puñado de personas… el miedo se apodero de sus rostros al saberse descubiertos… Kenneth los miro a todos, nadie lo había visto, si callaba nadie sabría que estaban ahí… y si hablaba… eran más cuellos para la horca.
Hecho otra mirada al grupo, estaban casi en los huesos, y su pobreza saltaba a la vista, pero algo más llamo su atención… una mujer tenía entre sus brazos a un niño y una niña… el niño… era la viva imagen del hombre que había matado… Kenneth decidió callar, no era necesario que se ahorque más gente de la que hoy se había matado.
Con su mano llamo a la madre, a la viuda, y esta cobardemente empujo a la hija en su dirección… el muchacho suspiro, y levantando a la niña que lo miraba con pánico le dejo el collar. Luego volvió a tapar el hueco y se fue a donde estaba su maestro.
-¿Dónde te habías metido? – le pregunto Ser Brynden.
-Necesitaba vomitar. – contesto secamente el muchacho.
-Debiste vomitar mucho si se te cayó el collar y todo… - le contesto Ser Brynden con una sonrisa.
--------------------------------------------------------------
-Ser Kenneth – una voz lo llamo sacándolo de sus recuerdos –Los hombres están listos y lo están esperando – Era Ser Erik, el jefe de los caballeros.
-Está bien, vamos, hoy iremos de niebla a forja, y luego hacía el oeste hasta para volver por el borde de las montañas hasta niebla.-Muy bien, sabe mi lord, hace años que no hacemos tantas incursiones… - le dijo el capitán en un tono que disimulaba la queja como una nota.
-Bueno mi buen Ser, si queremos traer la paz y la ley a estas tierras no nos queda más que estar siempre vigilantes.